¿Qué significa el fútbol en una nación que se cae a pedazos? Bueno, el análisis podría ser social, cultural, sociológico, pero por lo pronto solo hablaremos de ese sentimiento inexplicable que llega desde algo incomprensible al ojo humano: la pasión. Si definimos a la pasión como un sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón, como el amor, el odio, los celos o la ira intensos, veremos que según cualquier definición común de un diccionario nos llevará a pensar que lo inconmensurable nos va a sobrepasar en cualquier intento de razonamiento lógico.
¿Cómo podríamos catalogar entonces a esos cinco millones de argentinos que colapsaron una de las ciudades más grandes del mundo, abrumaron a la seguridad pública, cortaron la vida arterial de un país que estuvo en vilo durante ese intento de caravana de gloria? Recordemos que el gobierno declaró ese día feriado nacional para recibir a los campeones. Sí, eso sucede solo en países del tercer mundo, diría usted. Y tiene razón.
Pero ese descontrol no surge porque sí, hay elementos muy arraigados dentro de la sociedad que pueden hasta de alguna manera justificar esa celebración extrema.
Sí, ya sé, usted me dirá parafraseando a Eduardo Galeano que el fútbol es el opio de los pueblos, pero Galeano tampoco fue totalmente original, porque ya Juvenal, poeta romano de los albores de la era cristiana había acuñado una frase simple pero demoledora: Panem et circenses. Literalmente: Pan y circo. Hablando en criollo, son eventos mundanos que sirven para distraer al pueblo de cosas más importantes. Y bueno quién soy yo para contradecir a semejantes literatos. Solo recuerdo algunos de los poetas más resonantes de la historia de la literatura: Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, sí, usted adivinó, los poetas malditos se daban con opio y lograban crear poemas que aún suenan hermosos, sublimes, encantadores, o quizás Poe que decía: “Ninguna mujer igualó la belleza de su rostro. Era el esplendor de un sueño de opio…” Así que lo del opio y lo del circo no parece tan terrible, pero eso queda para la próxima vez que intentemos analizar algo inexplicable. Prosigamos con la idea primaria.
Vale aclarar a todo esto que los periodistas, los comunicadores sociales y los pseudo intelectuales de ocasión que tratan de formar la opinión del público no ayudan en nada. Siempre hay una intención en ellos, una búsqueda política o ideológica que no tiene nada que ver con el fútbol. Empecemos con la muy estúpida pregunta de quién es mejor: ¿Maradona o Messi? ¡Por favor! Lo único que tienen en común estas dos personas es que juegan al fútbol mejor que el resto de los mortales y que nacieron en el mismo lugar del planeta, lo demás no cuenta. Son gente distinta, de costumbres, épocas, hábitos diferentes y, con conductas totalmente opuestas. No vale la pena compararlos. Los dos son gigantes del césped, de la pelota, del fútbol y eso es suficiente, se puede vivir teniendo a los dos a la misma altura. Por supuesto usted tiene derecho a una opinión y yo a la mía. Yo los he visto jugar a los dos, a mí nadie me la contó y tengo mi favorito, por supuesto, pero no viene al caso hablar de eso ahora. Lo que sacamos en claro es que no es necesario opinar de manera estéril, simplemente disfrutemos de lo que es, lisa y llanamente fútbol, el juego más hermoso del mundo y a dos de los tres mayores exponentes de la historia de este juego. Disfrutemos, dejémosnos de joder.
¿Qué opino del mundial? Gracias por la pregunta, porque me parece que tengo algo para aportar al tema. Empecemos por donde se desarrolló: Catar. WTF is that? Un país sin tradición futbolera, con el clima menos idóneo para el juego, todos los partidos en una misma ciudad, sin alcohol y con restricciones a las mujeres. Una joyita la elección del lugar. Pero el dinero lo logra todo, incluso montar un mundial en medio del desierto. Ya sabemos de los casos de corrupción que afectaron a la FIFA, los juicios, los muertos durante la construcción de los estadios y la lista continúa… Y no me olvido de Amir Nasr Azadani, jugador iraní condenado a muerte por defender los derechos de las mujeres en su país y del que nadie dice nada. Otra gema de este mundial. Pero eso sí, la pelota rueda y cómo, fue un mundial con alto nivel de juego y con situaciones electrizantes. Esa final me dejo sin voz, sin aliento y con el corazón en la boca al borde del infarto. Y no es un dato menor, ganó Argentina…
Y sí, Argentina es el campeón del mundo de ese bendito deporte llamado Soccer, perdón Fútbol! Y hay gente que ha agregado más títulos al país: campeón del mundo de la inflación, de la impunidad, de la corrupción, de la pobreza… Y la procesión continua y esta vez no por dentro…
Y qué quiere que le diga.
Debo confesar algo, a mí no solo me gusta el fútbol, me encanta y lo vivo y lo sufro como a un libro o a un poema, porque el fútbol es más que un deporte. Es un fenómeno social que afecta a las personas. Nos alegra la semana, nos enferma, nos llena de orgullo o de vergüenza, ¿qué no debería ser así? De acuerdo, pero lo es y no resiste ningún análisis simplemente porque no se puede explicar. Entonces, volviendo a la pregunta del principio de este escrito, ¿qué significa el fútbol en una nación que se cae a pedazos? Se lo digo, significa que por cuatro años hay derechos para fanfarronear sobre quién es el mejor, quiere decir que de todas las cosas malas, al menos por un diminuto espacio de tiempo nos podemos olvidar, la pobreza se elimina, la corrupción va en pausa, la inflación no tendrá números, sí, por supuesto, todo volverá, no se va a ninguna parte y nos golpeará en la cara para decirnos que los ciudadanos somos tan culpables como los gobernantes de turno. Pero al menos podemos ser felices por un rato. El fútbol es alegría y hoy Messi y compañía nos han regalado esta sonrisa y esos momentos de pasión, de descontrol que no son más que esas frustraciones atrasadas, esos elementos negativos que nos asfixian de manera cotidiana y que se van por un lapso pequeño de tiempo. Todo volverá porque nunca se ha ido, pero ese sentimiento inexplicable es divino, saludable y orgásmico. Es una pequeña dosis de revancha de la vida y de todas sus miserias. Y si no están de acuerdo conmigo y me quieren retrucar lo que digo, no hay problema, pero traigan una pelota número cinco, nos encontramos en los campos de Humboldt Park y díganmelo en la cara, pero están avisados, hoy me siento campeón del mundo y se los voy a hacer saber. Lo demás es puro chamuyo.