Doris Salcedo: el dolor local como metáfora universal


Doris Salcedo. Installation view, Doris Salcedo Studio, Bogotá, 2013. Photo: Oscar Monsalve Pino
Reproduced courtesy of the artist; Alexander and Bonin, New York; and White Cube, London

 

Después de la vorágine mediática de David Bowie y romper los récords de asistencia, el Museum of Contemporary Art, Chicago (MCA) vuelve a hacer aquello que mejor sabe: exponer arte contemporáneo de calidad. La muestra de la colombiana Doris Salcedo es probablemente la mejor del año, no sólo por su complejidad técnica sino además por suponer la primera retrospectiva que muestra la trayectoria y relevancia de esta artista internacional.

La obra de Doris Salcedo comenzó a tener repercusión a partir de mediados de la década de 1980. Desde su Bogotá natal, la artista ha explorado durante décadas formas estéticas que sirven como respuesta al sinsentido de la violencia que forma parte estructural de la vida en Colombia. Su delicado trabajo escultórico pone la atención en mínimos detalles que se tallan, incrustan o labran sobre la piel de aparentes ready-mades; objetos encontrados, cuasi-residuos del mobiliario de los humanos. El resultado produce sólidas metáforas donde el visitante se puede sentir tan desconcertado como sorprendido. Sus esculturas e instalaciones han sido expuestas internacionalmente, mutando desde las primeras denuncias en torno a conflictos regionales hacia una poética plástica que expone el sufrimiento y la injusticia de esa misma violencia como un fenómeno universal. Si los tópicos presentes en su obra durante la década de 1980 versaban sobre cuestiones locales, a partir de la década de 1990, y coincidiendo con un Boom internacional del arte latinoamericano, Salcedo ha ido paulatinamente presentando instalaciones que hablan de otros conflictos, desde Estambul a la violencia callejera de las bandas en Los Ángeles.

Entre las obras de Doris Salcedo mostradas en esta retrospectiva, destaca la que recibe al visitante en el mismo hall: Plegaria Muda (2008-2010) es una instalación que invade el espacio mediante una laberíntica repetición de parejas de mesas —nos dicen que del tamaño de un ataúd—, de manera que una queda invertida sobre la otra, dejando un fragmento de tierra sepultada desde la que quieren asomar pequeños brotes de césped. La serie Atrabiliarios (1992-2004) empotra en la pared zapatos femeninos que quedan enmarcados y desdibujados al otro lado de un parche de fibra animal traslúcido; ventanas imposibles de abrir, sin más bisagras que los puntos de sutura que las cosen a la pared. Si la visita completa el recorrido en orden cronológico, se encontrará por último con la más reciente A flor de piel (2014), una magistral e inmensa sábana de pétalos de rosa que, cosidos literalmente por más puntos de sutura, cubre la totalidad de la sala.

En la obra de Doris Salcedo las interpretaciones quedan mediadas por la intención simbólica de la artista: dolor, torturas, rituales funerarios, ataúdes, muerte y más dolor. Temas tristes pero necesarios para cumplir una misión de denuncia social. Sin embargo, si el espectador quisiera ser infiel al dictado, existen posibles metáforas más allá de la constreñida denuncia de la violencia: el personal lenguaje escultórico de Doris Salcedo produce juegos semánticos que orbitarían desde la mediación entre artificio y naturaleza a lo accidental y lo intencionado; la huella y lo aséptico, el signo y el significante, la memoria y la ausencia; temas que podrían rezumar aún mucha más poética si se les permitiera escapar del encorsetado discurso de denuncia social.

Doris Salcedo es un exponente de la presencia internacional del arte latinoamericano contemporáneo. La artista estableció desde 1985 su base de operaciones en Bogotá, donde trabaja con su equipo de colaboradores. En este sentido, contradice la idea del binomio centro-periferia teorizada por Luis Camnitzer en los años noventa, por la que los artistas latinoamericanos parecían abocados a migrar a los centros culturales para tener éxito en el mainstream del arte. Desafiando esta noción, Doris Salcedo —al igual que muchos otros artistas latinoamericanos contemporáneos—, ejemplifica una inversión en el flujo de la influencia cultural desde el centro a la periferia; hoy en día, la producción artística latinoamericana es capaz de provocar respuestas en la recepción cultural de un mainstream descentralizado. Parte de este éxito estético radica en haber sabido abrazar las formas hegemónicas del arte conceptual de los años sesenta y apropiarlas para hacer frente a las cuestiones locales de Colombia —no en vano, Salcedo completó su M.A. en la Universidad de Nueva York y regresó a Bogotá impregnada de un discurso formal muy lejos de formas regionales. Pero en última instancia, las cuestiones de Doris Salcedo, a pesar de en apariencia abordar cuestiones locales, responden a una temática universal, como es el dolor causado por la violencia; cuestiones que consiguen entrar en la piel del espectador de cualquier cultura. Aunque latinoamericana en esencia, Doris Salcedo no trabaja con tópicos que respondan a cuestiones de identidad exclusivamente latinoamericana; aunque su obra puede ser una expresión del dolor colombiano, tanto el contenido como la forma pertenecen a un lenguaje más universal que local o identitario.

La naturaleza de la obra de Doris Salcedo precisa cierto nivel de descodificación que puede escapar a la mirada no familiarizada con su lenguaje; aquí es donde hay que dar la enhorabuena al excelente trabajo curatorial de la comisaría, Julie Rodrigues, y al equipo humano que ha trabajado en la organización de esta retrospectiva bien articulada, explicada y mostrada. A destacar en este sentido, el video documental que se proyecta en una de las salas durante la visita —una producción exclusiva del MCA—, y que supone un testimonio excelente para dar a entender al público en general una obra que de otra manera podría caer fácilmente en la incomprensión.

La exposición retrospectiva de Doris Salcedo difícilmente va a batir los records de audiencia de David Bowie, pero va a producir un extenso campo de posibles significados para aquellos visitantes más interesados en arte contemporáneo que en los fetiches de uno de los ídolos de la música pop. Vayan a verla.

 


Doris Salcedo. A Flor de Piel, 2011–12. Rose petals and thread, 257 x 421 1/4 in. (652.8 x 1070 cm)
Photo: Hugo Glendinning. Reproduced courtesy of the artist; Alexander and Bonin, New York; and White Cube

 

Daniel Bataller. Máster en Teoría del Arte Contemporáneo y Máster en Literaturas y Culturas Latinoamericanas. Artista visual. Profesor de Historia del Arte en St. Augustine College. Vive en Chicago.

Doris Salcedo 
Museum of Contemporary Art Chicago
Hasta el 24 de mayo
220 E. Chicago Ave, Chicago, IL 60611