Medianoche en París: realismo mágico a lo Woody Allen

 

 

La ciencia no me interesa, ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas que son preciosas.
—Luis Buñuel

 

Disfruté Medianoche en París en la sala de cine. La disfruto en la casa de un amigo, la disfruto en el suelo de mi casa. La podría ver desde un árbol y creo que podría seguirla disfrutando de igual manera. Medianoche en París es un filme del mítico e intelectual Woody Allen. Me sorprende a mí y a muchos más. No lo digo por el sinnúmero de artistas que han tenido la oportunidad de criticar el filme, parodiarlo. Medianoche en París es una de esas piezas cinematográficas que tendrán su merecido lugar en la historia fílmica estadounidense. Recibió un premio Óscar por el guión más original, pero Woody Allen se resistió a asistir a la premiación y recibirlo en sus manos.

El contraste tanto del lenguaje como de la narrativa propone una estética única. Crea tonalidades otoñales pero el clímax lo alcanza uno de sus personajes muy propio del verano europeo. Dicho personaje, recorre museos, galerías, palacios y se jacta de haber estudiado en la Sorbona, pero después el contraste es notable cuando el mismo personaje se extravía en una barrio parisino, que resulta ser una vertiente en el tiempo.

Así se traslada al París de la década de 1920. Reconoce en su entorno a los surrealistas que viven su esplendor. Conoce a Scott FitzGerald, a Ernest Hemingway con su temperamento natural y tiene la gracia de que el conflictivo Pablo Picasso lea su novela.

La musa y amante de estos grandes creadores, Adriana de Burdeos, sale a escena con una interpretacióngenial de Marion Cotillard, quien sostiene una aventura con este estadounidense sorprendido por haber conocido a los grandes. Mas confuso mientras se pregunta: “¿habrá sido un sueño?”

Medianoche en París me recordó ese otro filme de Allen: Manhattan, una obra maestra de finales de la década de 1970. Este último filme ofrece una estética ya pre definida. La rodó íntegramente en blanco y negro y la revistió con su toque, muy propio, de humor negro. Muy Allen.

Creo que cualquier creador ha soñado en algún momento de su vida desplazarse por el tiempo y conocer al escritor o pintor naturalista o abstracto que más le fascina. Pero no se trata de conocer, aunque sea en sueños, tan solo a artistas sino también a personajes históricos. Y ya dentro de la fantasía conocer asimismo el París cosmopolita y la medianoche del París bohemio que frecuentan los intelectuales y los grandes regentes de la historia. Cómo no ver y vivir en carne propia sus alucinaciones, peleas, amoríos. Por ejemplo, ver y escuchar discutir a Gertrude Stein con Pablo Picasso; llegar a ver a Henry Matisse todo confundido en la barra de un bar; o esperar un hermoso modelo T de la década de 1920 con T. S. Eliot y poder decirle “No entiendo La tierra baldía”.

Y ya entrados en el sueño apasionarse con la música de Cole Potter; encontrarse en una mesa con Salvador Dalí mientras piensa en sus rinocerontes; o con Luis Buñuel elaborando una escena de su próxima película; y qué decir de Man Ray contemplando una fotografía y así encontrando un amor en un escaparate de una tienda de antigüedades en París. Encontrar los contrastes entre dichos personajes de gustos y parámetros sociales, que sin saberlo pertenecen a la historia universal.

Woody Allen es un cineasta mayor siempre en potencia, un literato sublime, un clarinetista incansable, un amante del arte en su forma mas idílica. De ahí que su sensibilidad entre las varias disciplinas que practica hagan de Medianoche en París una obra mágica, hermosa, romántica de la manera mas indie. Woody Allen se ha reinventado con este filme.

Tal vez me agraden sus filmes porque me identifico con él en demasía. Siempre ando nervioso, confundido y con cierto grado de autismo. Pero, sobre todo, admiro su genio creativo que me encantaría compartir. Medianoche en París es un filme impresionista y por momentos es mágico, mágico, mágico… y eso es el cine.

 

 

Waldemar Romero. Joven poeta salvadoreño. Fundador del Círculo literario Mishima para promoción y difusión de la literatura joven, en San Salvador. Es realizador audiovisual de dos cortometrajes y trabaja como periodista en el periódico cultural Contracultura.