El Campanario o el escape de tres solicitantes


JJ Romero en el papel de Librado. Foto: Franky

 

La nueva obra teatral del mexicano Raúl Dorantes, El campanario, nos invita a reflexionar sobre el propósito de nuestro pasaje por este mundo y nuestro deseo de ser recordados.

Debido a esto, un antiguo anarquista, un borracho anciano que sufre de “explosiones nucleares”, y una mujer invisible solicitan audiencia para entrar al campanario, un simbólico más allá donde al parecer se oyen las más bellas campanadas. Con una fuerte impronta de la sur-realidad, cada uno de los solicitantes justifica su caso al médico (Dangel Nava), quien evalúa su aprobación.

Librado (JJ Romero), un ex sindicalista y prisionero político con gastados aires de revolución, ya no tiene más expectativas que el desencanto de viejas utopías. Su místico amigo, Olef (Lauro López), lo acompaña en su soledad intentando convencerlo de la derrota del idealismo. Olef, más adherido al alcohol que a sus propios ideales, sabe lo que no quiere saber, y no sabe lo que quisiera, convirtiéndose en una suerte de oráculo involuntario para los demás y para sí mismo. Por su parte, la desgraciada y olvidada Salustia (Andrea Leguizamón/Elizabeth Nungaray), se perfila como la primera merecedora del pasaje, ya que prácticamente ha vivido toda su vida en la invisibilidad de los demás.

El choque de estos particulares candidatos con el enfoque tradicionalista del médico torna cada escena en una discusión filosófica. Quien esconde, quien huye, quien ha perdido todo, en algún momento contempla su escape-muerte al Campanario. La duda trasciende y repercute tanto en el médico como en la enfermera (Paula Aguirre), pues ambos tienen algo que perder y una razón para escapar.

 


Andrea Leguizamon en el papel de Salustia. Foto: Franky

 

Cargado de simbolismo en formato de absurdo, este drama existencial se podría situar en cualquier ciudad de América Latina ya que, tanto en épocas dictatoriales como en el presente, la toma de armas y la violencia son el origen y el resultado del progresivo desencanto y desconfianza en los sistemas políticos.

La eficacia de la puesta en escena está en la presencia del campanario, que acecha todo el tiempo a los personajes. El epicentro de la acción permanece en los conflictos de los personajes. Algunas escenas se sienten lentas y algo extensas, con potenciales cargas dramáticas y salpicones de comedia que no siempre se logran. Sin embargo, vale destacar la impecable interpretación de López, que hace del tragicómico Olef, un quijotesco erudito alcoholizado.

Bajo la dirección del dominicano José Burgos, que lleva más de veinte años en el ambiente de las tablas, el elenco multinacional enriquece y diversifica las voces de los personajes de El Campanario.

Los escenarios de Chicago ya han dado vida a algunas obras de Dorantes quien, además de su repertorio teatral, forma parte de varios consejos editoriales y revistas literarias.

 


Paula Aguirre en el papel de la Enfermera. Foto: Franky

 

◊ 

Ruth Camargo es escritora, directora y educadora bilingüe de Montevideo, Uruguay. Produce y dirige el programa Cada musa con su acento. Vive en Chicago, donde ha dirigido dos obras de teatro.

♦ 

El Campanario, a cargo del Colectivo El Pozo, se presenta del 2 al 18 de octubre en el Instituto Cervantes de Chicago. Obra en español con supertítulos en inglés.