Alebrijes: más allá de su belleza

 

Varios años atrás, conocimos a Jacobo Ángeles durante el Festival de Arte Popular que ofrece anualmente el Museo Nacional de Arte Mexicano de Chicago, el cual empieza esta vez el viernes, 16 de octubre. Ya casi una tradición, el festival invita a verdaderos maestros de arte popular mexicano, quienes dan talleres a chicos y grandes además de exhibir y vender su obra. Ofrecen, por ejemplo, maravillosas calaveras de azúcar (que pueden comprarse hasta nombre), tapetes/alfombras, calaquitas de Día de Muertos y, muy visibles en la entrada, los alebrijes de Jacobo Ángeles. Cuando le comentamos hace un año a Jacobo que íbamos a Oaxaca en diciembre nos invitó a visitar su taller, cosa que de inmediato despertó nuestra curiosidad.

Al pasear por las calles del centro histórico de la ciudad de Oaxaca uno está rodeado por una variedad de vistosa artesanía principalmente de la región del estado sureño mexicano. Si encontrara algo irresistible para llevar como recuerdo de esta acogedora ciudad no hay peligro de endeudarse; hay de todo precio.

Cuando uno llega a Voces de Copal, en la Calle Macedonio Alcalá, percibe de inmediato que ve algo distinto. A mano derecha se encuentra un espacio angosto bien iluminado donde uno camina por una estructura de madera en forma de túnel. Colocadas a diferente altura a lo largo del espacio hay unas 12 ó 13 repisas que exhiben cada una ejemplos de alebrijes de exquisita belleza. Esta es la galería del maestro Jacobo Ángeles, cuyas piezas talladas en madera se exhiben en museos, galerías, festivales y colecciones privadas por todo el mundo.

En la sala de mi casa tengo un alebrije de 10 pulgadas de largo en forma de lagartija, pero he de confesar que no es una pieza de Jacobo. La compré en la tienda de un museo de Oaxaca. A simple vista se asemejan en apariencia: vistosas figuras de animales talladas en madera del árbol de copal y pintadas en brillantes patrones y diseños. Sin embargo al mirar ya más de cerca, el detalle, la calidad y el significado simbólico de la obra de Jacobo Ángeles elevan la obra de éste a un nivel digno de exhibiciones y colecciones de arte.

 

 

Si uno toma un autobús o un taxi unas 15 millas al sur de la ciudad de Oaxaca, por la carretera 175, llega a San Martín Tilcajete. Hay varios pueblos en esa región conocidos cada uno por un tipo de artesanía en particular. San Martín Tilcajete es conocido por sus alebrijes. Para nuestra suerte uno de los miembros del personal de Voces de Copal ofreció llevarnos hasta el Taller Jacobo y Maria Ángeles en su camioneta, una muestra de hospitalidad incomparable.

Cuando pienso en un taller me imagino un cuarto sencillo con varios artesanos trabajando sobre una mesa, aplicando sus habilidades en cada tarea mientras los aprendices van ayudando. Para mi sorpresa, luego de doblar a la izquierda y a la derecha varias veces por las calles del pueblo llegamos a lo que es tanto el hogar como el taller de Jacobo y María. Al entrar por el portón de hierro, nos encontramos en medio de un frondoso jardín. Todos los espacios de trabajo son cuartos con techo pero abiertos al aire libre, donde se disfruta del clima cálido de Oaxaca. Cada espacio estaba lleno de aprendices jóvenes o artistas con experiencia practicando el arte que ha florecido en esta zona de generación en generación.

Jacobo nos saludó con la calidez que lo caracteriza y nos presentó a Eduardo, quien sería nuestro guía por el taller. Todo comienza en los alreadedores, en los campos donde crece el copal. (Es importante hacer énfasis en que el taller no solo toma la madera del copal. En los últimos cinco años ha participado también en la reforestación del campo. Dos mil árboles fueron plantados en el ultimo año.) La madera pasa por un proceso para que seque antes de estar lista para ser tallada. A la hora de darle forma a la figura, se va tallando con distintos instrumentos dejando que la madera “hable” e influya en la forma que se le dará a la figura, en esencia dando inspiración. Las tres etapas que se realizan al tallar la madera, desde la forma rústica inicial, el la talla del detalle hasta completar la pieza pulida, llevan fácilmente un mes, dependiendo del tamaño.

Cuando la pieza está lista para pintura pasa a otro cuarto del taller. Ahora se toman las decisiones artísticas que tienen que ver con diseños y colores. Se usan pinturas comerciales pero también pigmentos naturales, como las que creaban los antepasados zapotecas siglos atrás. Todo el proceso es una colaboración en cuanto a que no hay pieza que represente a un artista en particular sino que es un proceso por el cual una pieza terminada refleja el trabajo de muchas manos.

Al observar a una joven artista que pintaba patrones complicados sobre un animal fantástico hablamos sobre su obra. Explicó que inicialmente los pintores solo pintan puntos y bolitas, y con el tiempo van avanzando a patrones complicados. Ella llevaba tres años en entrenamiento y ya era capaz de trabajar hermosos detalles.

Las figuras talladas en madera no son escogidas al azar, como tampoco son los patrones pintados una mera decoración. A pesar de que es sabido que los alebrijes, como se conocen en general, se originaron en la Ciudad de México hace unos 80 años, Jacobo señala con claridad que la obra de Oaxaca tiene sus raíces en la era prehispánica. De hecho aquí llaman a los alebrijes tonas, los cuales representan los animales del calendario zapoteca, o nahuales, los cuales se unen al humano. En conjunto son “obras espirituales”, indica Jacobo.

A medida que observábamos más nos quedó claro que ocurrían dos hechos. Primero, el taller es el estudio del maestro Jacobo Ángeles y su esposa María, creadores de alebrijes tan excepcionales que figuran en colecciones a nivel mundial. Segundo, e igualmente importante, es la enseñanza de este arte local a las nuevas generaciones de San Martín Tilcajete, a la vez que logran dos cosas: fomentar el conocimiento y el orgullo de su herencia zapoteca y heredar una destreza que permite a los jóvenes ganarse la vida de una manera honorable.

 

 

A pesar de la extraordinaria riqueza cultural del estado de Oaxaca, las oportunidades de empleo son escasas. Por tanto es muy probable que la elaboración y venta de alebrijes sea una de las mayores fuentes de ingreso de San Martín Tilcajete. Entonces el estudio del artista funciona también como un centro de entrenamiento donde el ancestral sentido de deber comunitario es visiblemente evidente. Esto se manifiesta también cuando nos enteramos de que todos los empleados de Voces de Copal y de Azucena Zapoteca, un restaurante ubicado frente a la galería en la ciudad de Oaxaca y que además vende alebreijes del taller, son originarios de San Martín, por lo que se benefician también del taller.

Al terminar nuestro tour por el taller tuvimos oportunidad de conversar con Jacobo sobre su arte y la labor del taller. “Nuestros antepasados zapotecas usaban un calendario de 20 días. Cada día está representado por un animal y cada persona tiene una conexión con un animal; cada animal posee ciertas características que se reflejan en la persona como características de su personalidad. Por ejemplo, el jaguar representa poder y resistencia; la rana significa honestidad y apertura; el coyote indica observación cuidadosa; la tortuga acostumbra causar problemas; y el águila representa poder técnico y estratégico”. 

Jacobo empezó a tallar figuras con su padre a la edad de 12 años. Más adelante recibió la guía de los ancianos del pueblo, como Isidoro Cruz, innovador de la tradición de la talla en madera. “En las últimas décadas nuestra obra ha cambiado significativamente”. Jacobo comenta: “por el uso de pinturas comerciales, por el aumento en la variedad de figuras talladas y por la demanda de los coleccionistas; sin embargo mis antepasados tallaban desde antes de la Conquista y pintaban con tintes naturales derivados de frutas, vegetales, plantas, corteza de árboles, tierra y hasta insectos”. 

Hoy día el taller acepta encargos de compradores particulares, lo cual ha hecho que la variedad de las figuras talladas sobrepase las del calendario zapoteca e incluya otros animales y, en algunos casos, hasta objetos inanimados. Sin embargo los diseños que se pintan en las figuras continúan cargados de simbolismo zapoteca, lo cual contribuye a perpetuar esta cultura gracias a aquellos que quieren ver más allá de los lindos colores y en lo profundo de sus raíces. 

“Hemos transformado tradiciones sencillas pero importantes en algo diferente y altamente simbólico”. Jacobo explica: “En nuestro taller pintamos diseños y representaciones de nuestras costumbres —frisos de las ruinas de la antigua Mitla, símbolos que representan olas, montañas y fertilidad, nuestros tótems y otras metáforas de nuestra cultura”. 

En ese momento Jacobo se disculpa. Lo espera un cliente que ha hecho el viaje para encargarle una pieza; otros esperan solo para conocerlo y felicitarlo. Decidimos terminar la visita en Milagros de Sabina, una tienda que vende la obra creada por todos los miembros del taller. Además de alebrijes ofrece joyería y otros artículos derivados de los símbolos culturales zapotecas, todos logrados con magnífico detalle. No hace falta gastar una fortuna ni ser coleccionista para obtener una muestra, pero sí un gesto de verdadero reconocimiento de la belleza y la cultura más un deseo de contribuir al progreso del taller. Cuando Jacobo llegue al National Museum of Mexican Art a mediados de este mes, no solo traerá varias de sus propias piezas sino también docenas de piezas creadas por los demás artistas de su taller. 

Nuestro viaje todavía no acababa. La hospitalidad, menos. Conseguimos aventón a la carretera hacia la ciudad de Oaxaca pero antes de volver era esencial comer en San Martín Tilcajete, donde también hay otra Azucena Zapoteca, un restaurante y galería de espacios amplios y coloridos. Otra fuente de trabajo para muchos otros miembros de la comunidad. Luego de un mezcalito cortesía de la casa, saboreamos una de las mejores comidas de nuestro viaje a Oaxaca. Sí, los platillos eran deliciosos, pero en una meca culinaria como Oaxaca, eso se da por sentado. Al tiempo que disfrutamos de cada bocado confirmamos el sentir de habernos enriquecido con la reciente experiencia, y el haber participado de mínima manera en perpetuar las tradiciones zapotecas realzó esta comida a un nivel de preservación cultural. Por eso no hay manera de agradecer.

Para un paseo visual de la comunidad del taller, presione el enlace.

 

 

Don Macica es fundador de Home Base Arts Marketing Services y colaborador de artículos para publicaciones digitales Agúzate and Arte y Vida Chicago. Es autor de Border Radio, blog sobre música, migración e intercambio cultural. Carolina Cifuentes es editor y traductora independiente en español. 

10th Annual Folk Art Festival
Museo Nacional de Arte Mexicano
del viernes 16 de octubre al domingo 25 de octubre