2666, de Bolaño, en el Goodman


Henry Godinez. Foto: Liz Lauren.

 

Mi propósito inicial era escribir una reseña de 2666 palabras, pero Franky, editor de la revista El Beisman, dijo que había problemas de espacio y que me limitara a 666. La obra que se presenta actualmente en el Goodman Theatre, basada en la novela homónima de Roberto Bolaño, genera preguntas, evita realidades y desde luego tiene sus aciertos.

Es un acierto la confluencia de tiempos y espacios. Lo que le sucedió a Benno von Archimboldi en la Alemania Nazi de 1942 tiene repercusiones en la Santa Teresa de los años noventa, ciudad fronteriza en la que han muerto brutalmente más de 600 jovencitas, en clara referencia a Ciudad Juárez. El profesor chileno Óscar Amalfitano es abandonado por su esposa en Barcelona y el suceso desemboca en Santa Teresa. Tres académicos europeos, beautiful losers, expertos en la obra literaria de Archimboldi y obsesionados por el paradero del mismo, viajan a Santa Teresa y conocen el umbral del infierno (el cuarto académico, limitado por la esclerosis, se queda en Turín). Un reportero afroamericano de Nueva York cubre una pelea de boxeo en Santa Teresa y termina entrevistando a Klaus Hass, prisionero de origen alemán acusado de haber asesinado a varias adolescentes.

Esta confluencia de épocas y lugares nos recuerda que en la aldea global de nuestros días nada es ajeno a nada.

2666 fluye durante cinco horas; provoca risas y asombros; pasa del teatro tradicional al uso del multimedia; los personajes se vuelven narradores y viceversa. Hay espectáculo. Hay un gran trabajo por parte de los 15 actores, que llegan a interpretar siete u ocho papeles. Hay espectáculo: el público no se aburre.

Me pregunto, por otra parte, si era necesario mostrar en detalle la batalla que libró el ejército hitleriano en Ucrania. Asimismo, me pregunto si era relevante la relación amorosa entre un investigador de la policía de Santa Teresa y la directora de una institución de enfermos mentales ubicada en la misma ciudad. Obviamente, todo tiene que ver con todo (sin la esclavitud no hubiese existido el Blues) y cada vida humana tiene una historia compleja. Mas, ¿no es conveniente para el desarrollo de la trama mostrar (o insinuar) los momentos realmente decisivos?

Como ya señalé, en la novela y en la obra 2666 hay un esfuerzo por hacer que confluyan los espacios y los tiempos, pero no sucede lo mismo con la responsabilidad que tiene la humanidad frente a los crímenes más atroces. Si seguimos con atención el tercer acto de la puesta en escena se concluye que los 600 feminicidios son producto del machismo mexicano, de la corrupción de las autoridades mexicanas, del clasismo que prevalece en México y de nuestros complejos heredados desde la época de la Colonia; se infiere, por tanto, que el infierno de Santa Teresa tiene como causa una cultura: la mexicana.

(El tercer acto de 2666 parece darle la razón a Donald Trump, quien inauguró su campaña presidencial afirmando que México era un exportador de violadores, criminales y narcotraficantes.)

Cabe señalar que ni en la novela de Roberto Bolaño ni en la obra dirigida por Robert Falls se muestra la responsabilidad que tiene la sociedad estadounidense, y en forma extensiva la del llamado Primer Mundo, en el asesinato de esas jóvenes. Todas ellas dejaron su lugar de origen (Oaxaca, Guerrero, Chiapas, San Pedro Sula, San Salvador) para trabajar por salarios humillantes en las maquiladoras ubicadas en la frontera entre México y Estados Unidos. ¿Quiénes se beneficiaron del trabajo de esas jóvenes? En primer lugar, las corporaciones estadounidenses, belgas, japonesas, etc. Enseguida, los que consumimos los productos de esas corporaciones. Es decir, usted y yo, habitantes de Chicago y Nueva York, de Madrid y Bruselas, de Tokio y Montreal.

¿Qué se llevan los espectadores que asisten a la presentación de 2666? ¿Se identificarán humanamente con las problemáticas que allí se muestran? ¿Alguien habrá derramado una lágrima al escuchar el nombre de una jovencita asesinada? Cae el telón: esos problemas son de los otros.

 

 

RDR. Llegó a Chicago a finales de 1986. Desde 1992 se ha dedicado a la publicación de revistas culturales: Fe de erratas, Zorros y erizos, Tropel, Contratiempo El BeiSMan. En la actualidad es director del Colectivo El Pozo y es autor de la novela De zorros y erizos.  Ars Communis Editorial publicó su colección de cuentos Bidrioz.