Mester de Juglaría y el Cantar de los Poetas


Luis Eduardo Aute.

 

(o de cómo honran a Luis Eduardo Aute en el ¡Mira que eres canalla, Aute!)

 

Comenzaba el año cuando llegaron Lucrecio Petra y Laura Blas, viejos amigos que habitan aquí y allá, que siempre van de ningún lado a todas partes y, me parece, en cualquier sitio son queridos. Caen bien, (algún día escribiré sobre ellos —sobre su historia de amor que ya la quisiera conocer Luis Eduardo— sobre sus apariciones en mi vida, sobre sus presencias como personajes de novela, etc.).

Pero bueno… pues esta vez llegaron a esta su casa (al norte de Dallas) para convivir y no hacer nada más. Nos trajeron libros y algunos discos de regalo. Vinieron procedentes de México, de la ciudad de Guadalajara (Guanatos para los cuates) y venían encantados entre otras cosas porque durante su estancia en la urbe tapatía, donde pasaron parte del otoño, asistieron a un concierto de Luis Eduardo Aute y, por supuesto, entre los discos trajeron uno suyo: el famoso por apoteósico Mano a mano con Silvio Rodríguez en la plaza de toros Las Ventas, de Madrid, hace ya varios años pero como si sucediera ayer.

Hablamos de Aute durante el ritual de los obsequios y luego nos documentamos, en grupo, entre google y wikipedia, esos entes digitales que dejaron a diccionarios y enciclopedias a la deriva, cayendo en el desuso.

Aute nace en Manila, Islas Filipinas, en 1943 y vive en Madrid desde 1954. Entre los cantautores españoles Aute es quien imprime en su música la huella más personal, más íntima: El sentido del dolor en algunas canciones alcanzado por la imagen de la muerte cala hasta los huesos; pero el sentido del amor, en otras, tocado por lo erótico se cuela hasta ventilar el alma, asalta lo sensual hasta desnudar el corazón.

No se exagera cuando se dice que es una leyenda del arte español y su obra trasciende las fronteras europeas. Un cantor de gesta, de gran oficio, un mester de juglaría contemporáneo. Polifacético, su trayectoria abarca los cuatro puntos cardinales: música, pintura, poesía y cine.

Pero ha privilegiado su carrera musical, dicen los pericos. Considerado uno de los grandes de la música popular hispanoamericana, ocupa un lugar junto a Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, y un largo et al. Aute ha sabido desde luego consolidar un estilo propio. A la fecha su discografía consta de más de treinta discos de larga duración.

Coincidimos en que en el Mano a mano Luis Eduardo y Silvio (más Silvio que Luis Eduardo) se vistieron regiamente de luces.

Un par de días después de la llegada de nuestros amigos, entramos Laura y este servidor a uno de los establecimientos de Barnes & Noble y apenas cruzamos el umbral hacia la música, me estaba “llamando” desde su portada el del homenaje que 18 cantautores le hacen, precisamente, al Aute interpretando el mismo número de sus piezas bajo el título nada discreto —impúdico por distintivo— de ¡Mira que eres canalla Aute!, canción que se presenta al final de ese compacto del año 2000.

La noche de ese día habríamos de vivir, en espiral, una velada con el Aute y sus amigos que lo homenajean. O sea: volvimos al disco de mi hallazgo una y otra vez, y en cada ocasión más arriba en grados etílicos tanto como en la fruición sabedora de que estábamos hilvanando una de antología y antología es justamente el contenido del disco.

Laura, conocedora de las distintas tribus que representan estos juglares, apoltronada en un equipal jalisciense impartía cursos a diestra y siniestra, sobre todo a mí y a M., su “álter ego” como le dice cuando juega, y es que son más que hermanitas del alma (se complementan desde siempre). Nosotros apenas reconocíamos algunos rasgos de los trovadores más representativos.

—Ni un mexicano notó M., que es mexicana —dulce y buena— de nacimiento, levantando la portada del disco.

—Ni uno, repetí reconociendo la aseveración.

Lucrecio en cambio se detenía más en nuestro juego de conceptualizar las historias de cada canción (a falta de conocimientos de carpas y tribus) pero desmenuzaba —con su mujer— anécdotas sobre los músicos que departían gozo entre toda la concurrencia que en realidad sólo éramos nosotros cuatro (V., con su encanto, ya estaba dormida).

 

1
Pasaba por aquí
Pedro Guerra

Ningún teléfono cerca
y no lo pude resistir

—Esa la canta Pedro Guerra. En este homenaje colectivo, por supuesto, todos los temas son de Luis Eduardo —informa Lucrecio que durante la velada hace las veces de discjockey, de moderador y de rato en rato de bartender.

—Menos el que canta Sabina, ese él mismo lo compuso, aquí dice —dice M. Enseñando otra vez la portada, pero su música sí es del Aute. ¿Quién es Pedro Guerra?

—Es de la nueva generación de cantautores españoles —señala Lucas. Nació en una de las Canarias, en Tenerife, literalmente se trae la música por dentro.

—Sí, es cierto. Es un intimista —se mete tímidamente Laura que ha de identificarse con Guerra porque ella misma es una persona, digamos, a su manera reservada pero con un mundo interior lleno de quimeras y sensaciones fabulosas. Es un tímido intimista —insiste—, esa canción que acaso él mismo escogió del repertorio de Luis Eduardo le queda como anillo al dedo.

—Deveras —le entra la M., ¿cómo fue eso?, aquí no lo explican, sólo me dicen que se terminó de grabar en abril del 2000 y que sus productores son Julio Palacios y Luis Fernández de Virgin Records… ¿Pero cuál fue el criterio para determinar a quién invitar al homenaje y, encima, qué pieza le tocaba a cada cual?

—Hey —digo para no entumirme—, sería interesante para el escucha saber si Guerra la escogió o el autor se la propuso o los productores se la endilgaron; se trata de un criterio importante que, por mi parte, me quedo con la primera opción, esa que dice que el propio cantautor escogió del repertorio de Aute una canción para interpretarla en su honor, pues habla de la sensibilidad del seleccionador, de su mundo, de sus intereses y fantasías ya que el Aute, prolífico, tiene pasto para todos estos unicornios. Así, en ese sentido, podemos imaginarnos y adentrarnos en los motivos personales de cada cantante, es un ángulo más en la creación del compacto ¿eh? Y bueno, ¿qué otra intimidad de Guerra, Lucrecio?

—Nunca lo he visto actuar pero conocí en Madrid esos “Cafés cantantes” por los que pasó: Alfil, Libertad 8, por ejemplo, no sé si todavía existan —dice mirando a Laura quien se encoge de hombros—, esos sitios aportan un público fiel incluídos otros cantantes que por allí circulan. Todos lo celebraron.

—Compone mucho para otros —complementa Laura, sólo le conozco un par de discos, uno se llama Golosinas y del otro no me acuerdo de su título ¿Tú te acuerdas Lucrecio?

—No.

—Esta canción marca lo difícil de su resignación. —Dice M. después de haber propuesto un “Hidalgo” del excelente Don Julio que nos regalamos.

Comenzamos con ese tequila del jalisciense diciendo después del primer caballito, como en los viejos tiempos: “de aquí al menudo” (luego de la noche borrascosa y tequilera un menudo en la madrugada solía ser una prevención contra la cruda); pero lo cierto es que la historia tomó otro giro, “el tiempo pasa” canta Pablo Milanés con sabiduría, así que terminamos con cafecito en el porche.

—Es sobre la pareja recién separada, sip-sip, —dice Lucas. Es la nostalgia que se aferra, la pérdida que no se soporta, la piel que no se olvida, el cortón que cala, en suma lo cabrón del amor.

—Verla de nuevo y comprobar la existencia de su belleza… pobrecito —dice M.

—De hinojos al amparo de la casualidad, —meto mi brindis. La música es triste, tiene ese tono de cuarto menguante; sin ella con las manos en la bolsa, el cigarro entre los labios, larga la banqueta y un inesperado cementerio al otro lado de la barda.

—Yep, ahí va a solas, dice Lucrecio desencadenando la segunda canción del álbum.

 

2
Al alba
José Merce

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga

 

—Ese es un espíritu gitano. Inicia la sesión la señora Blas, pierna cruzada en el sobrio equipal de madera de rosas.

—¡Cierto!, —reconozco gustoso. Es un estilo jondo, es flamenco y parece que el tema va muy de acuerdo al estilo de quienes se pasan la vida yéndose ¿eh?, “al alba”… José Merce… —repito.

—Merce es un fusionador del flamenco con el sentimiento profundo de los bluseros, —prosigue Laura Blas. Pero preserva siempre su espíritu gitano. Toca flamenco y hace blues con su flamenco, su guitarrista rasguea la raíz del jazz. Escuchen lo que hace con esa pieza de Aute.

—Hey. —Consiento. Lo troca a su estilo. Son géneros de profundos orígenes. De paso quiero insistir en que es un tema en su propio marco, lo que me hace pensar que efectivamente el trovador eligió con cuál canción homenajear a Luis Eduardo.

—Es la inminencia del desencuentro, —sostiene M.

—En la noche más negra, más honda, la noche detrás de la noche, —apunta Lucrecio. Aute maneja continuamente el desencuentro de los amantes.

—Bueno sí, el desencuentro y sus reveses: toda una gama de encuentros y, además, un continuo entrecruzamiento ¿eh?, de reglas, de parejas, de mitos y costumbres. Es un costumbrista del amor ¿eh?

—Es el presentimiento del abandono amoroso, insiste M.

—Es un Baile de la Muerte, —le suelta solemne Laura.

—¿El abandono del mundo? Me parece que del amor ¿no?, digo, bueno sí, definitivamente es el amor el que se le va pero, digo, se le va en la madrugada a otra parte tan sólo… lo que ya es mucho… perdón que me haga bolas pero ¿es que tú Laura insinúas, acaso, la muerte?

—Sí, creo que sí, si pones atención tenemos un grito lastimero cuando lo sobrenatural se cierne desde las amenazantes estrellas, tenemos que sangra la luna al filo de su guadaña, tenemos que merodean miles de buitres y luego la silenciosa danza, ese “maldito baile de muertos”. Aute la canta con más sutileza, este gitano es un bruto.

—Tienes razón, qué tristeza, no por lo del bruto sino por la luna que sangra. Mira se me enchina la piel con el escalofrío, —dice M., girando hacia mí y mostrándome su brazo chinito.

—El dolor de la muerte mordiéndole el alma, le digo.

—Yep-yep —dice Lucrecio, incluso la Muerte como algo fantasmagórico llegando por la amada del que canta pero, antes de pasar a la siguiente, nomás un comentario ya que Laura hizo mención del guitarrista —que es muy popular en España— le apodan Moraíto y se llama Manuel Moreno, genial el tipo.

 

3
De alguna manera
Joan Manuel Serrat

Las horas de piedra
parecen cansarse 

Comienza la siguiente pieza y todo mundo guarda silencio, escuchamos, lo escuchamos todo, todos en silencio. Lo escuchamos de nuevo y de nuez otra vez.

—Se impone Serrat ¿eh? —Cuestiono jugando. ¿Quién abre?

—Sí, sí, sí. Sí se impone pero también está esa pieza que eligió, supongo, el hermano mayor o mejor: el trovador mayor. Oigan es una pieza tan densa, tan dura, tan espantosa, tan… tan trágica… da pena, da susto, a mí me pasma. —Se soltó la Laura.

—La dificultad del olvido —retoma Lucas.

—No sólo eso Lucrecio. Es más. Va más allá. Es la dificultad sin puerta de salida, es la dificultad para entender que ya se acabó todo.

—El preámbulo del dolor.

—Sí, ellos todavía están juntos. Pónla de nuevo. Aún conviven pero las cosas ya no avanzan.

—¡Oh! —exclama M. sin órbita. Los laberintos cuando no hay salida posible.

—Esa parte, escuchen qué terrible, esa que empieza con “las noches te acercan” y enseguida la destroza: “y enredas el aire”.

—¡Oh!, ¡oh!

—¡Un beso de nadie!… es horrible.

—¡Oh! El reconocimiento del desamor, luego de mucho tiempo nada más les queda… ¡Awww… no!

—¡Uf!, se acabó, y con ese requinto que desquicia —digo.

—Ese es el verbo—–sostiene Lucrecio, cuando ella se entere será desquiciante.

—Oye, cómo que cuando “ella” se entere —lo sigue Laura incisiva— cierto que la está cantando Joan Manuel, cierto que la compuso Luis Eduardo, pero es una interpretación libre, ¿por qué no decir “cuando él” se entere?

—Ya no le sirvan, —pide Lucas, sonriéndole.

—Bueno Laura tiene razón, —entra M., al quite. “De alguna manera” alguien tendrá que olvidar a su pareja.

—Sí —prosigue Laura bajándole a la llama de su hoguerita, él o ella se desquiciará… ay, es que es tan horrible, imagínense, estar ahí y nada más.

—Pero oigan, la interpretación. —Cambio el enfoque.

—Cierto, de plano, —concede Laura, el barcelonés siempre de una pieza.

—Joan Manuel, punto.

—Hey, nada que agregar, lo que se diga sería redundancia. Ese punto le va a gustar a una amiga que lo estima mucho, María del Pilar.

—Si le ponemos más, sería como prenderle una veladora, un gesto medio aberrante, ¿cuál sigue?

 

4
Ay de ti, ay de mí
Ella baila sola

Así sabrás que la rosa es
rosa por bella 

—Ella baila sola son dos ¿verdad?, —pregunta M.

—Yep, —contesta Lucrecio. Dos que quieren ser una.

—Ay de una, ay de la otra.

—Más o menos.

—Y sí, casi definitivamente, cada intérprete eligió su pieza ¿no? —Insisto. Hasta ahora encajan atmósferas y personalidades. Es un guiño de los productores y cantautores para con el Aute y los escuchas. Le sugieren cómo lo quieren y de qué profunda manera se identifican con él.

—¿Y cómo son Ella baila sola?, —pregunta M.

—Se llaman Marta Botía y Marilia Casares, —responde Laura. Una es morena y la otra rubia y sus relaciones comenzaron en el colegio San Agustin de Madrid. Yo tengo una amiga en Madrid, Marcela, que las conoció allí mismo. Eran veinteañeras y llevaban ocho juntas. El dueto que formaban se acabó en el 2001.

—Pero escuchen, esa pieza trae la aflicción de un mea culpa… ¿qué no?

—Pese a conocer del invierno todo el frío, la admisión de lo inaudito.

—Y la sumisión al dolor ¿eh?

—El amor como error y sin embargo el pasmo de su hermosa existencia, con todo y herida. Me pregunto —dice Lucrecio, cuándo escribió esa canción, suena como todavía a tiempos de Franco, con la irreverencia un poco enterrada.

—Pues en la actualidad todavía se encaja. —Dice M.

—Son “culpables” de qué, no, no, no son culpables, su felicidad existe sin perdón. —Interviene Laura. Le va tanto a Ella baila sola como a una pareja hombre-mujer, por cierto, acaso un par de infieles. El amor siempre conlleva cierta esclavitud, la vida amorosa siempre trae algo de dictadura, pero éstas (en este caso) bailan a solas, la locura es irreconocible. En todo caso esa es la materia del “ay” (le pone comillas al monosílabo).

—El amor enloquece, ese viejo conocimiento. Esa es la voz de Ana Belén ¿verdad? —consulto para dejar correr la siguiente pieza.

 

5
Siento que te estoy perdiendo
Ana Belén

Tan sólo pasivo abandono
distante desnudo 

—Ahí está la desolación amorosa. —Sostengo.

—Sí, de nuevo, —me sigue Laura. La obviedad de la tragedia, el desencuentro recurrente en las letras de Luis Eduardo.

—Todos vivimos esta canción alguna vez en la vida, es una reminiscencia colectiva…

—No te pongas sentimental —me dice Lucrecio. Es patética si se le escucha con frialdad. Caer en la cuenta de la desconexión es una caída libre al abismo de la soledad, al laberinto del absurdo. —Explica con aires de viejo zorro.

—Hey —asiento y le doy un giro: y si atendemos las voces es la otra cara de la expuesta por Serrat, no sólo por la cuestión de géneros, es un dolor similar al que señalabas tú, Laura, ese que llamaste “horrible” pero al otro lado de la moneda.

—Sí, no sé cuál es peor, aquél lo expone, ésta lo descubre.

—La inutilidad de los porqués. —Dice M. con cara de puchero.

Todos guardamos silencio escuchando esos versos tan tristes. Copas y humo, acaso las reminiscencias aludidas como luciérnagas en la memoria, las caricias del aire, como en esa valiente canción.

—La sabiduría solitaria del desamor. —Se aventura M. a cortar el silencio, ya sin pucheros y con ello abre una fugaz e intermitente bocanada de definiciones cultivadas bajo la luz de las luciérnagas.

—Hey, la indiferencia y el desdén del final —dice uno.

—El contenido del destiempo —dice otra.

—La crueldad del silencio en el canto del abandono —dice el otro.

—La impavidez, la desazón, la desilusión… la certidumbre de la incertidumbre —concluye, filosófica, M. y agrega una pregunta que nos despabila a todos: ¿dices que es la voz de Ana Belén?

—¡Sip!, salta Lucrecio, pinche Ana nos transportó en un vuelo subterráneo, siempre es como un hechizo escucharla, aunque nos invite a surcar los mares del amor en la barca de Caronte.

—Ahora eres tú el sentimental, te ablandó la evocación de Anita ¿eh?

—Está casada con Víctor Manuel desde principios de los setenta y es madre de dos hijos. —Informa Laura huérfana de sutilezas pero con una sonrisa que la ilumina.

Un silencio recorre el mundo de la habitación. Tras un momento dubitativo Laura prosigue.

—Fue militante comunista y en esas andadas en el PC español conoció a su esposo.

—Eres enciclopédica Laura —le dice M. con sincera admiración.

—No, no te lo creas, sucede que no hace mucho traduje para una revista inglesa una serie de cosas sobre un bonche de juglares.

—Y bueno, qué más nos dices sobre esa encantadora que le renta la barca a Caronte —digo queriendo molestar a Lucas quien más bien se hace el desentendido sirviendo lo que queda del Don Julio cosecha especial.

—Con su marido hizo una gira que demostró su peso internacional, la llamaron “Mucho más que dos”, ya ven que ahora han dado en titular esos “itinerarios artísticos” —juega Laura colocando con las rojas uñas de sus finos dedos las comillas como si clavara un par de banderillas.

—En España por mucho tiempo los signaron un puñado de canciones —embiste medio torvo Lucrecio.

—¿Cuáles? Pregunta cándidamente la M.

—Hiceron época por ejemplo —se anima Lucrecio a listar:España camisa blanca, El hombre del piano, Se equivocó la paloma, Sólo le pido a Dios.

—¡Ah! —exclama M. esa se la he oído a Mercedes Sosa ¿verdad?

— Otra distintiva es La puerta de Alcalá.

—¡Uy! Esa en México le abrió las puertas a grupos tan inesperados como Pandora ¿cierto? —vuelve a preguntarle a nadie la M.

—Ana Belén ha hecho cine también, según recuerdo —nos dice Laura, como actriz debutó con la película Cómo ser una mujer y no morir en el intento.

—Yep, ha salido en varias, con Penélope Cruz no hace mucho actuó en El amor perjudica seriamente la salud. En varias, —repite Lucas.

Es un estuche de monerías, entonces.

—Pero no cambio a la cantante por la actriz —insiste en el elogio el Lucas, pero deja aparecer a Jorge Drexler.

 

6
Anda
Jorge Drexler

La concupiscencia
secreta de tu alma

—La acuarela que aparece en el libreto acompañando la letra es del pintor Javier de Juan, me gusta, se supone que es la aludida y el vestido ya cayó al piso, está de espaldas, a punto de quitarse el sostén… —informa M. hojeando el libretito.

—Va directo a la petición ¿verdad?, —observa Lucrecio.

—Más que petición es como un ruego repetido que al fin se convierte en una orden ternurosa ¿no? —señalo.

—¿Sí, verdad? —entra Laura, el “anda” trae como una connotación de hastío, como que está cansado de pedirle lo mismo una y otra vez. “Anda”, —repite. Es también como un empujoncito ¿qué no?

—Hey, —concuerdo, pero tiene tacto ¿eh?

—Sí, —le sigue Laura, es una clásica de Luis Eduardo.

—Deja el recato, desnúdate, fuera inhibiciones, fuera credenciales, la identidad es el amor o, más bien dicho, los cuerpos, “seamos un cuerpo enamorado”, acaba de decir —dice Lucas en la onda e insiste: Es un ábrete rosa y déjame olerte, un entrégate de manera total, a un lado las ceremonias del trato, desnúdate, que nada estorbe, ni la ropa del cuerpo ni las reglas que visten lo urbano… “seamos un cuerpo enamorado”, —canta.

—¡Qué bonito! —exclama M. y agrega: suave, tierno y cabrón, un maestro.

—¿Qué? —pregunta Laura.

—Sí, sí, no puede ser más suave para invitarla y enseguida con ternura le pide que se deje descubrir, o sea ‘desnúdate pero no te sientas expuesta permíteme que sea yo quien te descubra’, la experiencia de Don Juan, y luego lo demás: sé tú la que dispongas la consumación, la fuerza de la entrega, “que no quede intacto ni un poro en la batalla”, qué cabrón, pero luego, en la renovación de las caricias el “no temas, dime lo que sientes”, la ternura, la poesía: “seamos un cuerpo enamorado”.

—¡M., te proyectas! —le grito escandaloso.

—Pero es que es cierto —coincide, desde luego, Laura, le ordena en el extremo del enamoramiento “anda vamos de una vez” pero enseguida le pide que sea ella la que decida soltarse el pelo y todo lo demás como dice M., hummm, ¡mira que valiente!

—Anda, ven y decídete ven a misa y comulga, ven a mis brazos y bailemos… —Lucas saca a bailar a Laura.

—¿Y quién canta? ¿Quién es ese Jorge Drexler?, —pregunta M.

—Es un uruguayo —informa Laura desde los brazos de Lucrecio, tiene fama de sutil e íntimo.

—De seguro él eligió cantar esa del Aute —aventura M.

—Seguramente, —prosigue Laura, Drexler es excepcional como músico y me parece que también escribe literatura, cuentos y poesía.

—¿Y canciones naturalmente?

—Por supuesto. —Se desprende Laura de Lucas cuando acaba la canción y éste aprovecha para detener por un rato el disco.

Lucrecio cuenta que Joaquín Sabina escuchó a este músico uruguayo en Montevideo y quedó tan impresionado que lo invita a Madrid.

—Corrían los años noventa y Drexler llega a la escena madrileña con una maleta y su guitarra, se queda y es parte de los cafés donde nació la canción de autor. Actúa invitado en los conciertos de Sabina, comparte escenarios con Pablo Milanés, Víctor Manuel y Pedro Guerra. Compone Dos colores: blanco y negro, que Víctor Manuel y Pablo Milanés incluyen en su disco En blanco y negro (1995). En España escribe sus mejores composiciones Cerca del mar y Tu voyeur. Ante un asombrado público español graba su tercer disco Vaivén.

—Es una joya —dice alguien. Una síntesis de influencias. —Es Laura leyendo de una de sus libretas por la que había ido hasta su recámara. Escuchen: “Drexler ofrece la sensualidad latinoamericana, la búsqueda de la actual música española y consigue emocionar a través de lo sencillo y artesanal”. Para Vaivén contó con las colaboraciones de Aute, Sabina y Javier Álvarez. ¿Qué tal?

—Impresionante.

—Y en 1999 con sus cuates de Peyote Asesino sacaron el disco Frontera, una excelente mezcla de movimientos musicales tradicionales del Uruguay.

—¿Quién es Javier Álvarez y qué es eso de Peyote Asesino?

—De Álvarez al rato hablaremos y el Peyote es un dueto de Montevideo que movió el hip hop.

—¿Cuál, quién sigue?

 

7
Libertad
Pablo Milanés

El preciso compás del Azar

—Estamos ante una de las filosóficas.

—La existencia en la plenitud de su virtud.

—Los grandes sentimientos le van a Milanés, su lenguaje particular es la convicción existencial.

—La madera del hombre.

—El compromiso del que cuenta la época que vive.

—Las diversas latitudes de la sensibilidad.

—El orden y el misterio de la vida.

—En momentos así siempre me viene una reminiscencia personal de juventud, el verso aquél de Pellicer: “si me aguarda la esperanza, contra toda destrucción voy hacia ella”.

—Pablo con su lirismo fundó el movimiento de la nueva trova ¿cierto?

—Yep-yep, popular y versátil, genio afectuoso indiscutible.

—Yeah, yeah, le va que le digas por su nombre de pila.

 

8
¿Quién es Abel, quién es Caín?
Joaquín Sabina

canta acuarelas de Dalí
pinta novelas dylanianas 

—Este como en todo se sale del libreto.

—Hey, es la única pieza que no compuso Aute, es del propio Sabina con música, esa sí, de Aute y los remiendos de sus letras.

—Shhh, está interesante, escuchen.

—Es un retrato del amigo, un rendido homenaje retozón y remolón. Un regalo de hermanos: abrazo y empujón… je-je, me salió un verso sin esfuerzo.

—¿Quién es quién?

—Pues mira quién es quién está muy fácil, la pregunta es por qué pregunta por Abel y por Caín.

—Típica pieza a lo Sabina. Un juego entre el homenajeador y el homenajeado, entre cantante y cantante, entre hermanitos de la soledad, que deja lugar a los cuestionamientos y los guiños.

—Es una especie de diálogo de canciones ¿eh?

—Sip, sip, la tradicional improvisación de Sabina con juegos verbales y todo, un sastre de retazos para el invierno. Es un repaso amistoso, referencias a los cuates incluidos Dios y el diablo ¿oyeron?

—Coro reminiscente.

—Esa también la cantó Aute en su concierto del Teatro Galerías de Guanatos, de hecho —informó Lucrecio, creo se echó todas las de este disco ¿verdad Aura? (así le dice a Laura de vez en vez).

—Verdad, —responde Laura.

—¿Tienes a Joaquín Sabina en tu libreta? —Le pregunta M. a Laura quien asiente, hojeando la libreta de marras.

—Nace en 1949 en Jaén.

—Andaluz.

—Cursó estudios primarios en el colegio de las monjas Carmelitas y bachillerato en los Salesianos. A los catorce años escribe versos y forma su primera banda: Merry Youngs, un grupo de adolescentes que interpretaba a Elvis, a Chuck Berry y a Little Richard. Tiene estudios de Filología Románica.

—Mira, mira.

—Allá por los setenta —complementa Lucas, veinteañeros él y Luis Eduardo comparten páginas en una revista llamada Poesía, publicaban juntos sus poemas.

—Era travieso y peligroso. En Londres —prosigue Laura, exiliado por lanzar una molotov a un banco español, reconstruye el grupo de teatro Juan Panadero, escenifica a Brecht.

Lucrecio: Su primer libro lo titula Memorias del exilio.

Laura: Regresa a España y graba Inventario. Trabaja cantando en el famoso café La Mandrágora y de ahí palreal es pura popularidad, hace escuela, cultiva la luz. Luego llega Ruleta rusa, llega su banda Ramillete de virtudes, llegan y pasan anécdotas y canciones. Héroe popular, llega la consolidación, nuevos discos, conciertos masivos y grandes ventas. La década de los ochenta nos deja Hotel, dulce hotel. Lo demás es historia hasta la fecha.

—Y esta canción de Caín y Abel, para echar carpetazo al Sabina, tiene su versión original en Supongamos que hablo de Joaquín… —nos explica Lucrecio. O sea que el andaluz la recompuso para este homenaje. Ya, punto y aparte.

Dicho lo anterior ofrece una ronda de caballitos, y luego destraba la música pero un instante antes pregunta: ¿Saben qué es eso de ‘si chamoyáramos lunfardo’? Ái se los dejo de tarea y si publicas la crónica de esta noche, como dices, se lo dejo de tarea a tus tres lectores.

 

9
Sin tu latido
Javier Álvarez

Aunque todo ya es nada

—Ese es Javier Álvarez.

—La cachondez y su tintineo.

—¡Ajá!, interesante.

—No, no, la amada está ausente.

—¡Oh!

—Una vez más el desamor, lo absurdo del amor lejano.

—¡Oh no!, como dice M., pero sí, es el canto de las sirenas que habitan las alcobas.

—El exorcismo del fracaso evocado o el demonio del recuerdo en el límite de la masturbación.

—El dolor le canta al amor, ay, amor mío.

—Se unen los extremos, el odio alcanza al amor…

—No, no, no. Nop. No hay odio, es dolor, es el corazón vacío, el hueco que produce el hambre, la necesidad, es esa materia como tuétano recóndito, la locura del desamor hasta los huesos.

—La vida en un paréntesis ilegible, inentendible soledad, inescrutable sinrazón.

—El mundo suele ser inhóspito para algunos románticos.

—Chihuahua… ¿y cómo es Javier Álvarez? ¿De dónde es?

—Es madrileño, de hecho la primera vez que tocó en público fue en una estación del Metro de Madrid, luego se pasó al Parque del Retiro.

—Un gato de callejones.

—Del Retiro pasa a los cafés, principalmente al llamado Libertad 8.

—Cuentan que estando en el Retiro un día se le acercó un representante de una firma disquera ofreciéndole dinero por sus canciones, pero ahí no comenzó nada, parece que se negó. Más tarde la misma disquera volvió a insistir, pero ahora le ofrecían grabar un disco… dicen que Álvarez soltó una carcajada… y ahí empezó su gran despegue.

—Oye pero volviendo a la canción ¿por qué hablas del límite de la masturbación?

—Morbosa.

—No, no, en serio, ¿por qué?, no entendí.

—Por la parte donde hace referencia a la puñeta.

—¿Qué es eso?

—Una Manuela.

—¿Manuela?

—Sí, mujer, a falta de dama la mano, la Manuela.

—¿Noooo?

—¡Sí! ¿a qué crees que se refiere ahí donde dice “lo malo son las noches que mojan mi mano”?

—¡Ahhh! Es la primera vez que sé de un cantante que hace alusión a, ¿a la Manuela?

—Sip, sip.

—¿No has oído entonces la canción que dedica completita nuestro arrojado onanista a la amada ausente?

—¿Quién Aute?

—Sip, sip.

—Es un muy hermoso poema, lo cantaron él y Silvio en Las Ventas durante el mano a mano, se titula Dentro.

La escuchamos del otro disco.

—¡Ah! ya, ya. ¡Jum! Aaah, ya. ¡Qué bonito!

—Que honesto.

—Y poético.

—Y original.

—Sublima a la Manuela.

—Hey.

 

10
Me va la vida en ello
Silvio Rodríguez

No todo fue naufragar 

—¡Oh Silvio!

—Hey, ¡oh, Silvio!

M. me empuja juguetona porque me burlo de su “oh Silvio” y se acurruca en mi pecho, escucha la canción con la mirada clavada en las llamas que se desviven dentro de la chimenea, “es como si fuera suya, esa letra muy bien él la pudo escribir, se intercambian musas éstos”, piensa en voz alta la M.

—Sí, es una pieza distintiva, les va a los dos y a todos los de su juglaría, de plano yo digo que cada cual eligió cuál interpretar.

—Identificativa, ritmo y letra: Silvio y Luis Eduardo, identificables.

—Como en el mano a mano de Las Ventas, se pasaban las canciones, cantaron juntos entrelazando sus letras, la muchedumbre encendida, iluminada, culminaron con Mi unicornio azul.

—¡Qué lindos!

—Yaaa, que sea menos. Les dice Lucrecio a las mujeres.

—¿Sabían ustedes —coloco mi eslabón—, que el famoso unicornio azul eran unos pantalones de mezclilla?

—¡¿No!? Mira qué poético.

—Durante un día de campo cerca de La Habana, a las afueras de San Antonio de los Baños y mientras se bañaban en un estanque, le robaron sus pantalones de mezclilla y los extrañó tanto que les cantó.

—Mmm pero lo interesante es el sobrenombre con que llamaba a sus pantalones… ¡qué metáfora!

—¡Ya, bájenle!, —insiste Lucrecio.

—Repite esa canción, por favor. ¿Con un balazo de una o dos palabras cómo la presentaban?

—Existencialista.

—Heróica.

—¡No sean tan cursis!

—El amor y su audacia.

—La fe por la belleza.

—¡Pero qué solemnes!

—La apuesta de la poesía.

—La vida como riesgo que sublima al amor.

—El triunfo sobre la muerte.

—Parecen críticos de ópera.

—¡Es una ópera! Es la crónica implícita en lo que la pareja, amándose, vivió.

—Les digo, no tienen remedio.

—Pero date cuenta, les va la vida en ello, ¿no es hermoso?

—Sííí, como Aute, Rodríguez sabe lo que quiere sentir, lo que quiere y lo que no quiere decir —dice Laura y nos lee alguna de sus fichas: Su voz ha explorado los corazones de varias generaciones. Es sencillo, la vena le viene más bien por el lado materno por eso indaga en su disco ese titulado Domínguez, el tercero de la llamada trilogía familiar. Lleva prácticamente tres décadas escribiendo versos para cantarlos con su guitarra.

—Hermosos versos.

—Sííí, hermosos, hermosos versos. Ni su voz ni sus ideas envejecen. Canta por encima de todo.

—Me cae, le va la vida en ello, no todo querido Silvio, no todo ha sido naufragar.

 

11
Rosas en el mar
Tam Tam Go!

La libertad, la libertad

—Oigan nomás, ay, me da un vuelco el corazón.

—Estallan las reminiscencias ¿eh?

—Nostalgia pura.

—Es un himno.

—Cortázar en París, mayo de 1968: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.

—Es la canción molde en el morral de todo juglar.

—Hey, búsqueda sin hallazgos felices, preguntas sin respuestas posibles, tragedia griega. El insomnio del filósofo.

—¿Tam Tam Go!?

—Sepa la bola.

—Creo que es un par de hermanos o un dueto compuesto por un tal Nacho Campillo, no sé bien.

—Aquí en el libreto no hay ningún Nacho.

—Es uno de esos grupos, entonces.

—La interpretación es buena.

—Sip, sip.

—Un tema recurrente de Luis Eduardo, desde entonces, es la utopía. Y si me preguntan por su “arma favorita” les diré: “la metáfora exquisita”.

—¿Su pasión?

—El amor. Y como todos sus temas, se renueva constantemente. 

 

12
De paso
León Gieco

En una noche infinita

—¿Quién es Gieco?

—Un argentino con una hada madrina de nombre Mercedes Sosa.

—¿Por qué lo dices?

—Cuando había compuesto Sólo le pido a Dios, esa misma que han cantado Ana Belén y su marido, Gieco la grabó con Sosa consagrándose con ello fuera de su país. Además de Ana y Mercedes en España y Argentina, respectivamente, se grabó en México, Venezuela y Chile.

—Como tantos él también comenzó sin dinero y con su guitarra al hombro. Haciendo rock en las calles de Buenos Aires convocó a la Banda de los caballos cansados.

—Chistositos.

—Sí, ¿qué más de León?, bueno una vez en el estadio de fútbol del River Plate alternó con Charly García, Sting, Bruce Springsteen y otros que como ellos notaron con emoción que si bien Gieco cantó nomás dos temas, Sólo le pido a Dios, desde luego y Hombres de hierro, éstos fueron coreados por los 70,000 espectadores presentes.

—¡Ooooh!

—Pues tiene voz de lamento.

—La canción propicia el sonido del dolor.

—Otra vez lo ido, pinche Aute.

—Lo que ya no se tiene.

—Una queja.

—El destape de lo amargo, la verdad del espejismo, oigan el de Manila nos hace alucinar como filósofos ¿eh?

—Exige a sus escuchas que lo sean un poco, es cierto.

—Exige que aprendamos a conocer la poesía.

—Sus amigos lo saben, lo hacen y lo interpretan como buenos maestros.

—Claro, por eso el homenaje.

—Pero volviendo a esta De paso, Gieco le imprime un sabor tangoso ¿no les parece?

—Sí, roquero y todo no oculta la cruz de su parroquia.

—El iluso hecho añicos ve su imagen fragmentada.

—El pensamiento como vehículo fugaz, el pensamiento viajando en un ataúd o el ataúd como vehículo del pensamiento.

—Te haces bolas Filomeno.

—Bueno es un vehículo perdido en la oscuridad ¿no?

—Digamos que sí, es la vida que se va.

—La noche como una prestidigitación para los profetas.

—Un tango, pues.

—Digamos que sí, mejor ahí lo dejamos, ¿cuál sigue?

 

13
Hemingway delira
Elíades Ochoa

al compás del viejo son
bajo la noche guajira

—¡Oh, Dios!

—La voz del sol.

—Ándale, a la bola de sangre se la devoró el tiburón.

—La vida que canta.

—El sol delirante metido hasta el fondo en la noche.

—El genio nocturno que incendia la noche.

—¡Oooh! Me gusta eso.

—Erotismo puro.

—Sabrosura.

—Exhuberancia. El brillo triunfal de las trompetas.

—Poesía selvática, fiesta del Caribe, luz mar adentro.

—Hey, una pausa para la luz.

—¿Y cómo no? ¡Elíades Ochoa y el Cuarteto Patria!

—Es sublime.

—Santiagueño, Ochoa comenzó a tocar la guitarra a los 6 años y debutó en las calles a los 11, según escribió su esposa Grisel Sande Figueredo. —Nos dice Laura abriendo una puerta que da al patio, al fondo de la habitación doble, desde donde una bocanada de las estrellas con aire fresco invade el espacio.

—Un trovador de pura cepa.

—Elíades ha escrito un buen de páginas en el gran capítulo de la Trova Cubana.

—Abunda, abunda, dínos de él.

—Okey. Pues obviamente todo Santiago conocía su talento, era lo que se dice un guarachero, siempre lo han caracterizado su sombrero guajiro —identidad campesina— y su heterodoxa guitarra. Conocido por sus populares guarachas llega a ser esencial en la Casa de la Trova y… no, pero no, no, no, Elíades Ochoa es mucho más que lo que acabo de decir, siento que lo estoy estereotipando por querer sintetizar su espíritu, es un músico —para acabar pronto— primigenio y contemporáneo al mismo tiempo.

—Sip, su arte es fundacional y legendario, tienes razón. El épico Cuarteto Patria pasa a ser, con Ochoa, un grupo mítico.

—Es maravilloso el sonido que hacen. Pónla otra vez, por favor, es una música como muy calurosa.

—Erotizante.

—Y claro, cubanizan el talento del Aute; amén que esa rola es un homenaje al genio de Ernest Hemingway y a su hechizado temperamento en la isla.

—Hey, un gringo de Illinois pasado por el Mar Caribe.

—Un miembro de la Generación Perdida encontrándose en medio de la noche caribeña.

—Es una música llena de calor y color santiaguero, la fundadora del Cuarteto se llama María Emilia García, pero su nombre en la clandestinidad revolucionaria fue “Patria Emilia”, de ahí le llega el nombre al Cuarteto Patria. En Cuba se hace música como se vive, se vive como se musicaliza.

—Trovadora ella.

—Sí, tocaba las maracas y cantaba, desde el principio, en los cuarenta, cuando el son era un molde primitivo y se intercambiaba claves con el bolero.

—Y Ochoa lo viene dirigiendo desde hace más de veinte años emblematizando su conocimiento didáctico.

—Músicos que da la isla.

—Música para delirantes.

—Como sus creadores.

—Como Hemingway, como Luis Eduardo, guardando las proporciones, claro.

—Sip, claro…

—Pues sí esa pieza es como un sueño de colores —dice M.

—Las profundidades iluminadas. Lo más negro de la noche, los exabruptos del mar, lo tropical como una tempestad. Iluminación de profundidades —dice Lucrecio clavándose.

—¿Qué estás fumando?

—Okey, pero es cierto, ahí está el sabor alucinante de la noche guajira, el sudor del gozo, el gozo del delirio —dice Lucrecio insistiendo en el clavo.

—Está pues el Caribe.

—El encuentro de la música y la magia —dice Lucrecio clavadísimo.

 

14
Slowly
Duncan Dhu

Ya puede caernos un diluvio de estrellas. 

—Oh, esa es para no pensar.

—Cachondísima.

—La voz del amante.

—Del amante furtivo.

—Temporal.

—Amor de verano.

—De película, ya ven que al Aute le da por hacer películas.

—¡Qué malo!

—La conexión Hollywood.

—Oigan de la letra se desprende que la dama es rica y que se acostó con Harrison Ford que tiene fama de mujeriego ¿eh?

—Ella rica y él pobre o en su defecto “un soñador de pelo largo”, a lo Joan Manuel, metido en el jet set internacional.

—Los polos opuestos se atraen.

—¿Bailamos? —Invito a M.

—Es una pieza cadenciosa. —Lucas saca a Laura.

—Una mujer bailando ajustadito —me dice M. al oído. Suavecito —agrega recargando la frente en mi hombro.

—En lo oscurito —añado por añadir.

—Sip-sip, —dice Lucrecio. Que se acabe el mundo.

—El adulterio como deporte. —Opina Laura.

—Sé indulgente, digamos una misa de bar a media luz.

—Mira tú, que religioso me saliste.

—Bueno, maticemos: ceremonia en un departamento secreto.

—Na, no tanto, nomás de soltero o de soltera como les llaman.

—Te voy a decir como el de la película: quieto prieto, sin fantasías.

—Sereno moreno —parafrasea también Laura. Slowly…

Bailamos. Nadie dice que Duncan Dhu fue un grupo español que tomó su nombre del personaje de Robert Louis Stevenson, tres monos que a partir del 2000 se dispersan. Bailamos.

 

15
Las cuatro y diez
Mónica Molina

James Dean tiraba piedras a una casa blanca
entonces te besé.

 

Ya de regreso del baile, de los nuevos brindis, en fin, de las digresiones propias de una noche díscola volvimos al disco de nuestra intimidad.

—Otra de aquéllas —dice alguien.

—El pasado como abrevadero de los amorosos.

—No te refieres a los sabinianos ¿verdad? Estos son los novios de manita sudada en la primera juventud y los de Jaime Sabines son los que tienen “serpientes en lugar de brazos”; estos de Las cuatro y diez son pre sabinianos. El mutuo respeto entre la candidez y la novatez.

—Ay, pero la canción es una puerta abierta a toda una época.

—Sip, una de aquéllas.

—De aquellotas.

—Sí pero no deshilachen la nostalgia de esa patética manera, déjenlo para momentos de mayor lucidez, mejor díganme quién es Mónica Molina que recrea con ese exquisito gusto Las cuatro y diez.

—Lo único que te sé decir —le dice Lucas a su mujer, es que en el 2001 hizo una gira al lado de Aute y del cantaor José Mercé por todas las plazas de España, ese recorrido lo titularon “Giraluna” y me parece que Luis Eduardo escribió la canción ex profeso.

—¿Giraluna?

—Sip, una referencia a la noche y sus noctámbulos, en contraposición a los girasoles éstos giraron con la luna.

 

16
Tell Me Lies
Fito Páez

Please don’t let me see
the truth in your eyes. 

—Y otra de fin de verano ¿eh? —les anuncio y agrego: pero en esta el personaje se “prendió” de ella.

—Es que es más que un verano, volvemos a la temática recurrente de Aute, es el despertar a través del desencanto a otro desencanto, el de saber la terrible verdad del desamor; más que el verano lo que terminó es la relación amorosa, ahí van en piloto automático hasta que una vez que la nave se detenga, nomás quedará uno a bordo…

—Sin querer creerlo.

—El juglar roquero.

—Hey, el cantor de la diversidad, con una inglesita o una gringuita.

—Amor gótico, acaso masoquista…

—No, no, no, ahí van otra vez a la interpretación fácil, es típicamente auteísta, es tan grande el dolor que no quiere abrir los ojos, es tan grande el temor que prefiere pagar sin ver.

—Se engaña.

—Pues sí pero el autoengaño en este caso palia la infelicidad y en el amor se vale.

—El amor es cabrón.

—Más vale que lo creas.

—Esta pieza tiene todos los ingredientes de Aute, lleva su sello, se mueve entre lo gótico —como alguien ya lo señaló— y lo sensual, va de lo íntimo y lo erótico a lo apasionado y lo tierno ¿eh?, ¿verdad?, viene de lo imprevisible y se va hasta lo rebelde.

—Todo bajo el estigma del amor.

—¿Y Fito Páez?

—Un argentino influenciado por el papá de los pollitos en la Tierra del Fuego, por Charly García; Páez sin embargo se desentiende muy pronto de toda influencia y, ecléctico como es, propone una cierta fusión de rock británico y jazz contemporáneo con los santitos de su devoción, el folklore argentino y el tango.

 

17
Anda suelto Satanás
Rosendo

el zapato no encuentra el pedal

—Oigan esa, rebelde que se siente, se sintió con la obligación de reverenciar al pobre diablo, a qué Aute.

—Bueno es que el Mal se da, me parece genuino el juego de exponerlo.

—Uy, sí, defiéndelo. Si reverencia al ángel del mal entonces es irreverente.

—Justo por lo que apuesta el artista, sus escuchas discutimos si es fresa o es macizo, como decíamos en los sesenta.

—Pero como que le hace un guiño innecesario a su presencia, me refiero a la presencia maligna.

—Soy heterodoxo, luego existo.

—Pretexto para roquear, es bueno ese Rosendo, y las imágenes de la letra son muy escénicas, le van al rock.

—El autor aprovecha para acordarse de uno de sus orígenes: Bob Dylan.

—Contextos de libertad en las contraposiciones de lo indeseable.

—La presencia del mal dado lo inesperado.

—El mal siempre es inesperado.

—Lo grotesco como forma de la negación.

—Nomás se está divirtiendo hombre, juega con las metáforas sobre Mefistófeles.

—Metafórico pues.

—Yo juego, tú juegas, juguemos: mefistofélico.

—Yaaa… pero bueno diré: metafísico.

—Metafálico… digo por lo de la novia sobre el ataúd.

—Metanfetamínico.

—Metamórfico.

—¡Meteórico!… ya sé, no encaja pero como que rima.

—Metálico… que quepa como género del rock, es más pónla otra vez.

—Metabólico.

—¿Qué qué? ¿de metabolismo?

—Nop, digamos que de metábola: un giro estilístico inesperado (como el mal).

—Metafrasis, digo, ya que estamos enlodándonos en la retórica.

—¡Ah! pos metonímico aunque suene a redundancia puesto que metonímicos estamos.

—Metasíquico.

—Ya, me doy, Aute se puso la capa y se la consagró en tono de rock.

—¿La capa?

—Hey, la de Mefisto.

—Okey digresiones aparte no podemos dejar de observar que se trata de polvos de aquéllos lodos: Sympathy for the Devil.

—¡Ah!, insuperable, in-su-pe-ra-ble, del banquete de los pordioseros.

—Sí, Beggars Banquet, los Stones son una de las fuentes de lo juglaresco del siglo veinte.

—Pues me llama la atención que alguien haya elegido esta pieza para honrar al Aute.

—Tenía que ser Rosendo.

—Dínos.

—Nada que viene del barrio de Carabanchel, esa zona intermedia entre las vicisitudes existenciales y los hallazgos urbanos no buscados, atmósfera literaria en el gris mundo supraurbano.

—Qué tanto hace que sacó ese disco que dejamos por ahí ¿cómo se llama? Canciones para seres normales y otros dementes o algo así, ¿lo conocen?

—¿Qué tanto hace? Ya hace un buen. Ya habrá sacado otro, nos quedamos, te quedas, en el pasado.

—Todo el pasado está presente en el futuro.

—Ah, mira qué ingenioso el comodín.

—No, no, no es mi ingenio es de los que hacen una revista literaria, es una frase de publicistas para las suscripciones.

—Pues ya que estamos en el renglón de las publicaciones, precisamente de Rosendo, Pedro Giner publicó Rosendo: Rock en las tripas.

—¡Ah!

 

18
Mira que eres canalla
Ismael Serrano

No te lo pienses dos veces
haz lo que te pida el alma 

—Awww!, esa es la última.

—Llevamos casi tres horas en este concierto platicado ¿eh?

—Y entre cerveza y cerveza el Don Julio que no se raja.

—¿Pero a quién le queda mejor el café? Yo necesito uno. Ismael Serrano fue presentado precisamente por Luis Eduardo Aute ¿verdad?

—Sip, eso fue para su primer disco, Atrapados en azul, ya llovió.

—Hey, luego vino La memoria de los peces.

—Lo conocen bien.

—Un poeta malhumorado y geniudo contra los seres elásticos.

—¿Elásticos?

—Ella quiere decir “estirados”. Mamones.

—Pero poeta y poeta de altos vuelos, pese a que es un joven apenas veinteañero; viene de la escuela de Joan Manuel y Silvio, se formó con gente como Aute, de esa generación aprende a tocar la guitarra.

—Y a escribir.

—No, eso se trae dentro, como la música.

—Sí pero no, quiero decir que recibió una escuela, una influencia que se ve, además, reforzada por el reconocimiento de sus propios maestros. Enseguida, andando va modificando su equipaje, es decir, elige redactar textos con un lenguaje directo y urgente y, como dices, no exento de poesía… no en balde tras apenas algunos años en el escenario cuenta con un aura perfectamente nítida.

—Esa letra dicta el engaño evidenciado, por lo que dice, por lo que escucho ¿verdad?

—O por lo que entiendes…

—Ja-ja.

—¿Entre amigos como en familia?

—Mira mira cómo eres, tú.

—¡Mira nomás nunca cambiaste!

—Mira que eres canalla o el sentimentalismo perentorio.

—O la viruela a destiempo o el síndrome del Tío Alberto.

—O la cotidianidad entre artistas.

—O la bohemia como recurso del conquistador.

—O entre una mujer desnuda y el complejo de Electra.

—La reminiscencia de Dalila o Sansón a las patadas con el tiempo.

—Ya estamos chacoteando.

—Como sea que sea, que su alma le dicte.

—Hey, el homenaje ai tá, como dice ella, lleno de su propia poesía.

 

 

∴ 

Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano, para comentarios: caballeror52@gmail.com